Al principio, no era mi intención trabajar de abogada de los derechos humanos. Sin embargo, mi origen familiar —conservador y rural— me hizo enfrentarme a varios retos incluso durante mi propia formación universitaria. En las zonas rurales de Pakistán, los derechos fundamentales son ciencia ficción, en particular para las mujeres. Tras terminar la carrera de derecho, quería trabajar en el ámbito del derecho familiar y especializarme en el derecho matrimonial. Sin embargo, el contacto con mujeres vulnerables y con personas que buscaban que se hiciera justicia en casos de violencia doméstica, ataques con ácido y los llamados crímenes de honor me llevó a convertirme en abogada defensora de los derechos humanos. Por mi origen, conocía de primera mano las dificultades y obstáculos a los que se enfrentaban las mujeres en los tribunales, no solo como abogadas sino también como víctimas o demandantes. Tienen que mover cielo y tierra para conseguir que se haga justicia. Esto fue lo que verdaderamente me motivó a indagar en determinados temas jurídicos. De esta forma, descubrí que las cuestiones jurídicas y políticas relativas al ciberespacio, la gobernanza de Internet, los derechos humanos digitales y la privacidad son temas importantes en los que se debe trabajar para defender los derechos humanos básicos y las libertades civiles en la era digital.

En Pakistán, entre 2007 y 2008, apenas se conocía Internet ni tampoco las nuevas plataformas de redes sociales. Los ciudadanos no habían oído hablar del derecho a la intimidad, la protección de datos, el ciberacoso, etc. Por eso, elegí la legislación cibernética, la participación digital y el marco político de los derechos en Internet como área de especialización, de manera que pudiera proporcionar asistencia jurídica y conocimiento sobre los retos de los nuevos medios. Quería educar y contribuir a que la gente hiciera valer de manera consciente sus derechos fundamentales en Internet. Mis actividades se institucionalizaron en 2015, cuando fundé la organización sin ánimo de lucro Digital Rights Foundation (DRF). La DRF se centra prioritariamente en los derechos humanos, los procesos democráticos y la gobernanza digital en Pakistán, actuando como grupo de presión a través de la investigación y prestando apoyo jurídico a las víctimas. Diversos expertos prestan asistencia en la línea de atención telefónica contra el ciberacoso de la DRF, en particular abogados, abogadas y activistas comprometidos que ofrecen asesoramiento jurídico y psicológico social a las víctimas del ciberacoso. A esta línea llaman con frecuencia mujeres, disidentes políticos, periodistas y minorías sexuales y religiosas marginadas para pedir ayuda y como vía de escape del sufrimiento que les produce la violencia y las amenazas que sufren en la red.

Soy de la opinión de que los retos se multiplican cuando una mujer apuesta por hacer carrera como abogada defensora de los derechos humanos. Debemos estar preparadas para enfrentarnos, si es necesario, incluso a nuestros propios compañeros, que gozan de una gran influencia no solo en los tribunales, sino también en el colegio de abogados y en la administración de justicia. En el poder judicial y la infraestructura jurídica reinan los prejuicios sexistas y la discriminación de las abogadas. Esto desanima a las jóvenes que aspiran a convertirse en abogadas defensoras de los derechos humanos. La situación solo puede cambiar si introducimos reformas estructurales y programas de formación para jueces y juezas.

El caso de Qandeel Baloch, quien saltó a la fama a través de las redes sociales y que, por desgracia, fue posteriormente asesinada por su propio hermano, tuvo una motivación claramente política. He seguido de cerca este caso. Suscitó un importante debate público sobre la libertad de expresión y dejó clara la facilidad con la que los espacios «offline» se envenenan del discurso de los espacios en línea, que puede tener consecuencias mortales para las mujeres y que siempre lleva a la violencia, al odio y a la provocación social y política. Este caso también despertó el debate sobre el derecho de las mujeres a tomar decisiones individuales, a gozar de autonomía personal y a sentirse seguras en los espacios en línea y fuera de línea. Por desgracia, no hubo justicia para la estrella de las redes sociales asesinada, ya que su hermano fue absuelto en los tribunales; pero su caso ha aumentado la presión para que se cambien las leyes sobre los llamados «crímenes de honor».

Las causas de los casos de violación de los derechos humanos siempre son las mismas: gobernantes o poderosos que abusan de su autoridad y destruyen el sistema básico que garantiza la protección de los derechos fundamentales. Por lo tanto, la lucha por los derechos humanos se enfrenta a grandes retos. Las abogadas y los abogados defensores de los derechos humanos deben valorar continuamente sus riesgos, porque no solo se ven intimidados por personas poderosas y grupos de interés; sino que también las nuevas herramientas y técnicas digitales, como las campañas de desinformación y difamación, pueden convertir de inmediato el discurso social y político en un arma contra ellos que suponga una posible amenaza. Por ello, los abogados y las abogadas deben saber cómo mitigar estos riesgos y desenmascarar la propaganda de desinformación. Además, en las escuelas y universidades se debe explicar a cada niño y a cada ciudadano y ciudadana cuáles son sus derechos constitucionales. Solo así se podrá concienciar sobre los derechos inalienables y las libertades civiles.